Si bien la
desconfianza es la madre de la seguridad,
donde gobierna la
desconfianza, no puede reinar el amor.
La amistad termina
donde la desconfianza empieza.
Las dudas se siembran
en la desconfianza y se cultivan con el desamor.
Tu desconfianza me
inquieta.
Yo confié en ti y
pensé que tú también lo hacías, pero ahora veo con dolor que todo fue un error.
Tu silencio me ofende.
Todos
hemos desconfiado de otras personas alguna vez.
Pensamos mal de los demás, una
frase suya, una mirada, nos sugieren todo un mundo de ideas y no siempre
buenas.
Algunas de esas ideas, por desgracia, corresponderán a la realidad,
otras sin embargo no.
Esta es
una situación más o menos habitual, que puede dar pie a malos entendidos que
necesitan aclararse para que no trascienden más.
El
problema puede aparecer cuando la persona da por hecho que los demás se van a
aprovechar de ellos, les van a hacer daño o los van a engañar.
Frecuentemente,
sienten que han sido ofendidos profunda e irreversiblemente por otra persona.
Están
preocupados por dudas no justificadas acerca de la lealtad o fidelidad de esas
personas, cuyos actos son escrutados minuciosamente en busca de pruebas de
intenciones de todo tipo.
Las
personas con este tipo de problemas son reacias a confiar o intimar con los
demás, porque temen que la información que compartan sea utilizada en su contra.
Pueden negarse a contestar preguntas personales diciendo que esa información
"no es asunto de los demás".
En las
observaciones o los hechos más inocentes vislumbran significados ocultos que
son degradantes o amenazantes.
Alguien
así, puede malinterpretar un error legítimo en un intento deliberado de no bien
o puede ver una observación humorística como si fuera un ataque en toda regla.
Los
halagos son frecuentemente malinterpretados.
Por
ejemplo, un elogio de algo puede malinterpretarse de diferentes formas.
Pueden
ver una oferta de ayuda como una duda en sentido de que no lo están haciendo
suficientemente bien ellos solos.
Las
personas con este trastorno suelen albergar rencores y son incapaces de olvidar
los insultos, injurias, traiciónes o desprecios de que creen haber sido objeto.
El menor
desprecio provoca una gran hostilidad, que persiste durante mucho tiempo.
Puesto
que siempre están pendientes de las malas intenciones de los demás, sienten a
menudo que su persona o su reputación han sido atacadas o que se les ha
mostrado desconsideración de alguna otra amanera.
Contraatacan
con rapidez y reaccionan con ira ante los ultrajes que perciben.
Son
personas con las que generalmente es difícil llevarse bien y suelen tener
problemas de relaciones personales.
Su
suspicacia y hostilidad excesivas pueden expresarse mediante las protestas
directas, las quejas recurrentes o por un distanciamiento silencioso claramente
hostil.
Puesto
que están excesivamente atentos a las posibles amenazas, pueden comportarse de
forma cautelosa, reservada o tortuosa y aparentan ser "fríos" y no
tener sentimientos de compasión.
Aunque a
veces parecen objetivos, racionales y no emotivos, con mayor frecuencia se
muestran obstinados, hostiles e irónicos, lo que a su vez sirve al sujeto para
confirmar sus expectativas iniciales.
La
destrucción.
La
desconfianza es un sentimiento de inseguridad que dificulta las relaciones y,
en los casos más extremos, puede llevar al individuo al aislamiento.
La desconfianza es
un pariente cercano del miedo:
De hecho es uno de
sus principales fundamentos.
Se trata de un sentimiento con un alto contenido
limitador, al igual que el miedo o la vergüenza, y que esconde la vulnerabilidad que
habitualmente descansa en una baja autoestima.
La desconfianza
también encierra una escasa capacidad asertiva para enfrentarse con éxito a
cualquier situación cotidiana de interrelación social o sentimental.
Igualmente, la
desconfianza cierra las puertas a la posibilidad de ponerse en la piel de los
demás; la empatía necesaria para comprender las motivaciones y los sentimientos
de sus semejantes, lo que en definitiva se traduce en no ser capaz de confiar
en ellos.
Desconfianza destructiva
Si la confianza es tan importante en una relación personal
en ámbitos profesionales es por
algo muy sencillo: la desconfianza puede ser un factor crítico para la ruptura
de cualquier tipo de relación personal… y profesional.
El que otros muestren sospechas por algo que vamos a
realizar y para lo que nos sentimos preparados nos genera desconcierto.
La desconfianza destructiva es aquella que genera un
desencanto porque, aquí más que nunca, la duda ofende.
Desconfianza destructiva recíproca:
Las relaciones basadas en la desconfianza destructiva tienden
a la enemistad eterna, al distanciamiento y al conflicto entre las partes.
Desconfianza constructiva
Supone no conceder credibilidad a la otra persona en
aquello en lo que la otra persona no es suficientemente competente.
La desconfianza es constructiva cuando la otra persona es
consciente de su incompetencia… y lo reconoce.
Hay una puesta en común de este hecho y se trabaja
conjuntamente para construir soluciones que puedan atajar el asunto.
El problema viene cuando la persona pasa de ser
incompetente a ser competente, la desconfianza persiste… y se vuelve
destructiva.
Desconfianza constructiva recíproca:
Por muy constructiva que sea, la desconfianza pasa
factura.
Genera un tipo de relación perniciosa, la típica entre jefe y empleado, porque se ejerce una
dirección intrusiva por el primero que elimina la autonomía y libertad
necesarias para emprender con confianza (en sí mismo) lo que tenga que
emprender el segundo en cuestion (suena mal, pero es así).